Las morillas son hongos que crecen silvestres en los bosques nativos y milenarios de la Patagonia del Fin del Mundo próximos a la Cordillera de los Andes. No se pueden cultivar. Aparecen esporádicamente, debajo de ramas y hojas en bosques del tipo Roble-Raulí-Coihue y Ciprés de la Patagonia.
Su estado silvestre hace que aumente su precio de venta, tanto por la dificultad de la recolección, como por el transporte. Su difícil recolección se desarrolla en un entorno natural y libre de químicos, en una de las últimas regiones del planeta libres de polución.
Su recolección, se ha convertido en una fuente de ingresos importante para las comunidades nativas. Los bosques reciben numerosos visitantes durante la primavera, de setiembre a diciembre. No se trata de turistas sino de hombres y mujeres de las poblaciones locales que rastrean cada centímetro de tierra en busca de las morillas, que crecen en regiones húmedas, junto a los cipreses y que sólo pueden ser recolectadas a mano y en forma artesanal.
La Morilla, delicada y de misteriosa apariencia, se asemeja a un panal de abejas, razón por lo que también es llamada colmenilla. Características que sumadas a lo extremadamente difícil de su búsqueda, la convierte en todo un enigma. Su alto valor culinario, su refinado aroma y persistente sabor, la hacen muy apetecida y valorada. Sin duda uno de los frutos más apreciados del bosque.
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